Visto de manera general, el desarrollo de cualquier producto bajo especificaciones de diseño, es decir, diseñado y construido para cumplir una serie de requerimientos, parecería una aplicación práctica de las ideas del constructivismo.
Los requerimientos son expresados generalmente en forma de observaciones: “El sistema ofrece al usuario una lista con las opciones que el usuario tiene permitido utilizar” o “Cuando el usuario solicita al usuario imprimir un informe, el sistema solicita una confirmación antes de proceder”.
Estas observaciones determinan lo que el sistema puede y lo que no puede hacer, es decir, definen lo que la implementación, la realidad del sistema, debe ser y será una vez terminado el desarrollo. Los requerimientos construyen la realidad del sistema. Pero la afirmación de que la construcción de un producto o sistema es una aplicación del constructivismo no tiene nada de sorprendente, pues se trata finalmente de “construcciones” de cosas, en este caso, de software.
El constructivismo toma su nombre precisamente de la construcción de cosas, edificio, máquinas, etc. Decir ahora que la construcción de una casa es una aplicación de las ideas constructivistas es una necia obviedad. Sería como sorprendernos de que las naranjas sean precisamente de color naranja, siendo que este color se llama así por las frutas.
Pero en el caso de las metodologías ágiles las cosas ya no son tan triviales, pues el enfoque constructivista puede verse mucho más allá de la simple construcción de una cosa. Sobre todo si pensamos en las metodologías que tienen como eje la orientación a pruebas (TDD) como es el caso de la XP.