La anti innovación de las patentes

Ya había yo escrito acerca de la ventaja de copiar a los demás, una práctica reivindicada y rebautizada por Christopher Alexander. Ahora retomo el tema desde un punto de vista más bien fácil y poco original.

En un texto de Carliss Y. Baldwin y Eric von Hippel comentado por Mike Masnik se vuelve a tratar el tema de la inconsistencia del sistema de patentes americano (que es más o menos el mismo que el de muchos otros paises occidentales). Dicen los autores que el sistema de patentes actual no sólo no fomenta la innovación y la colaboración, sino que las frena.

Acá entre nos, yo nunca hubiese pensado que las patentes favorecían la inventiva. Confieso que las veía como una mengambrea legal más. Una de esas cosas que se usan para ganar dinero no más. Pero parece que quienes lo inventaron justificaron con cinismo su creación.

Pero el sistema de patentes no es el único que cojea en estos menesteres. El sistema académico parece tener exactamente los mismos problemas. Los investigadores y científicos de las universidades están más preocupados por la “originalidad” de sus papers y porque no les vuelen “la idea” que por la utilidad y relevancia de sus trabajos, olvídese usted de la colaboración.

Y pues… ¿quién tiene la culpa? Vaya usted a saber. De entrada, esta educación moderna del “ser creativo”, del ser “original”. De segundo plato, que a la gente se le olvida que todo lo que se inventa suele ser una modesta modificación al trabajo de un mundo de personas que pasaron por aquí. Y de plato fuerte, que lo que más nos interesa es el dinero, no la innovación, y las patentes son una forma de ganar dinero, no una protección a la creatividad.

El artículo de Mike Masnik fue recomendado por Tim O’Reilly.

Lo fácil es prohibir

Lo fácil de la intolerancia

Entre reprimir y tolerar, lo más fácil, al menos así lo entienden los políticos y gobernantes, es reprimir. Tolerar cuesta, hay que aguantarse a que las cosas no sean siempre como uno quiere, hay que negociar con los otros, aceptar que a veces no se tiene la razón, incluso más, aceptar que a veces, aunque uno crea tener la razón, tiene que permitir que los demás también la tengan o que se haga lo que los demás quieren aunque “no la tengan”. Y es precisamente por eso de la negociación que la tolerancia parece sólo viable donde hay educación, sin embargo, se trata de un círculo vicioso, donde hay tolerancia también será más fácil mejorar la educación.

El respeto por los demás no es ignorar al otro, pasar a su lado sin mirarlo, podar el árbol para que no se acerque a la casa del vecino. El respeto implica poder negociar y tolerar a los demás. Reconocerles su derecho a disentir, a tener la razón aunque no sea la misma razón que tenemos nosotros. Las leyes que prohíben no garantizan la libertad, la limitan, y con ello, van eliminando la tolerancia y el respeto por el otro, alienándonos, convirtiéndonos en obedientes e intolerantes votantes.

Prohibido ventanear a la autoridad

En este diciembre, en la Ciudad de México, anduvieron pululando unas cosas llamadas coloquialmente “alcoholímetros”. Unos operativos con los que el gobierno espera interceptar a los borrachitos en su camino del bar a su casa o al siguiente bar o a donde sea. La gente, borracha pero no pendeja, solidaria como lo exige la navidad, comenzó a informar mediante Twitter la localización de los “alcoholímetros”. Si usted salía de una fiesta con una Don Perignon a cuestas, sólo tenía que revisar el Twitter y evadir a los bien intencionados polis.

Al gobierno de la ciudad esta participación ciudadana no le cayó en ninguna gracia (me inclino a pensar que ninguna participación verdaderamente ciudadana es de su agrado). La respuesta del gobierno fue: “hay que legislar para evitar este uso de las redes sociales”, o sea: hay que reprimir. ¿Porqué?, porque no se les ocurre ninguna otra alternativa o quizá porque es eso lo que realmente quieren, evitar que la gente ande por allí sin la correa de la autoridad. Y allí sigue, en el tintero legislativo de esta “progresista” ciudad, la prohibición de usar las redes sociales para informar a los demás de lo que hace y deja de hacer la autoridad.

Prohibido ventanear a los políticos

Como es costumbre, en éste país como en muchos otros, durante las contiendas electorales se dicen muchas cosas, algunas ciertas, la mayoría falsas, pero eso sí, en todas direcciones. Que los candidatos y los partidos traten de boicotear o desprestigiar a otros candidatos y partidos es el pan de cada día. A nadie le espantaba, así era el juego y todos conocían las reglas antes de entrar a la cancha.

Resulta que ahora, con el pretexto de una supuesta biografía de uno de los políticos más candidateables de éste país, a los políticos mexicanos se les comenzó a ocurrir que lo más fácil es “legislar” y convertir en delito la calumnia, por rebuscada que sea, de esos buenazos que nos gobiernan o nos quieren gobernar. El colmo es que el supuesto delito incluirá cualquier cosa que uno diga que “pueda afectar la credibilidad de un personaje político”. Si a esas vamos, los primeros en ser acusados deberían ser los políticos mismos, que con sus discursos y sus antecedentes se han restado de antemano toda la credibilidad posible, dejándole a los demás el pírrico placer de cantarles sus verdades.

El caso es que, como no pueden demostrar que son personas honradas y preocupadas por la gente, o porque es un buen pretexto para seguir deteriorando la libertad de expresión, los legisladores mexicanos están optando por aumentar la represión. Al final, los partidos políticos sabrán escurrirse por los recovecos legales para desprestigiar a sus enemigos y el pato lo pagaran los ciudadanos comunes y corrientes (quizás esa es precisamente la idea).

Recordando a José Vasconcelos

Dicen que José Vasconcelos decía que los mejores maestros no sólo debían dar clases en las universidades, sino en las primarias y secundarias, donde se comienzan a formar las personas. En la universidad, la gente ya llega formada, o deformada, según el gusto de cada cual.

Eric Evans piensa muy parecido en el mundo del desarrollo de software. Permitir que los mejores desarrolladores se concentren en las delicadezas de la optimización de las capas de infraestructura y los algoritmos más obscuros puede ser un gran error, sobre todo cuando permitimos que programadores sin experiencia se hagan cargo del dominio de negocios en el sistema.

El uso hace al software. Es su interface y su comunicación con los usuarios donde nace el dominio y donde un software alcanza su meta. Los mejores desarrolladores, aquellos que saben descubrir el dominio del negocio, que saben observar a los usuarios, son los que deberían dirigir el modelado de dominio y la creación de la interface de usuario. Ellos saben crear el vínculo entre la cultura de negocios y la implementación en la computadora.

Las antienseñanzas de Christopher Alexander

san-sanDesde niños nos enseñan a ser creativos, a ser originales. Nos educan a no copiar a los demás y a tratar de reinventar el hilo negro todo el tiempo, aunque sólo sea ponerle motitas de decoración para distinguirnos de los demás. Con el tiempo, esas enseñanzas serán aprovechadas por la mercadotecnia que seguirá machacándonos lo mismo: “se original, distínguete de los demás, cómprate un…”

Pero resulta que algunos crecemos y terminamos en medio del desarrollo de software o en la arquitectura o en la ciencia o, para acabar pronto, en la vida real. Una vida en la que ser creativo es importante, pero ser práctico lo es mucho más. De nada nos sirve reinventar mil veces la rueda, a veces sólo necesitamos usarla y lo más razonable será tomar la rueda que alguien más, o muchos alguienes más ya inventaron y perfeccionaron; a veces es casi una rueda lo que necesitamos, entonces nos ahorraremos mucho trabajo comenzando con una rueda y modificándola, que haciendo todo desde el principio y sin ayuda. Y en algunas otras ocasiones, con mucha suerte, lograremos mejorar un poco el diseño de la rueda y podremos publicar nuestra humilde aportación a la humanidad. En cualquiera de estos casos, más nos vale saber qué es lo que ya se inventó, así nos ahorramos mucho trabajo, horas de sueño y bastante dinero. Continue reading

O’Reilly vs Web 2.0

No se emocione, O’Reilly no va contra la Web 2.0, sólo ha sugerido (peligrosa sugerencia) que pensemos en qué es y cómo usamos la Web 2.0.

Primero que nada, déjeme repetir lo que ya había dicho antes, la Web 2.0 no son sólo blogs y comunidades en línea o peor aún, la versión de algún software. No, la Web 2.0 no tiene que ver con productos sino con usos, el que cambió de versión no fue de algo sino el uso de ese algo. Es decir, ni siquiera nosotros cambiamos de versión, aunque les pese a los entusiastas optimistas, lo que hicimos fue adquirir una nueva versión del uso de la Web. Continue reading