El inconveniente de lo inmediato

He encontrado dos inconvenientes en los libros electrónicos. El primero tiene que ver con la costumbre de leer libros en papel. Estamos tan acostumbrados a los libros en papel que no nos hemos dado cuenta de nuestros hábitos objeto-dependientes.

No sé a usted, pero a mí me pasa con frecuencia que se me cae el separador y tengo que buscar dónde me he quedado en la lectura, o quiero volver a leer un fragmento de algunas páginas atrás. En ambos casos, me parece que localizo el fragmento de texto que busco por el contenido, sin embargo, lo que reconozco es, principalmente, la imagen. Una palabra con cierta forma al inicio de un párrafo más o menos a la mitad de la página, o cierto grupo de letras al inicio de la página izquierda, etc. Con los libros electrónicos eso no puede pasar, no hay página izquierda o derecha, no hay principio de la página, o peor aún, el principio de la página depende del tamaño de letra que hemos elegido, de la referencia que hemos seguido, etc.

De pronto, me doy cuenta de que necesito aprender nuevos patrones para reconocer el texto, patrones que se adecúen a los nuevos y más frecuentes libros electrónicos. No es que sea una molestia, de hecho, me da gusto descubrir que puedo volver a aprender a leer.

El segundo problema también es de percepción y tiene que ver con el dinero. Cuando uno compra algo, uno está acostumbrado a que, para obtener finalmente ese algo, para comenzar a usarlo, hay que hacer ciertas cosas. Hay que pagar el objeto en la caja, llevarlo a casa y quitarle la envoltura, hay que colocarlo en un aparato que lo pueda decodificar, hay que esperar a que nos lo entreguen en casa y firmar alguna cosa, hay que esperar un tiempo para que el juego en descarga electrónica termine de bajar, etc. Con los libros y con la música, pero sobre todo con los libros, pasa que son muy “ligeros” en el sentido de su peso en bytes y las descargas bajan casi de inmediato, ni cuenta nos damos que estamos bajando algo, más aún, no los bajamos nosotros, nuestros dispositivos se encargan del asunto y nosotros sólo tenemos que descubrir que nuestra compra ya está allí, esperándonos. Entre la compra y el uso de las cosas ya no hay nada, es un salto casi inmediato. Es un poco desconcertante el asunto, al menos para mí, y no puedo evitar la sensación de que no sé bien a bien qué es lo que he pagado ni si realmente vale lo que cuesta.

Ambos inconvenientes, debo reconocer, son más bien por culpa de mis costumbres y de mi percepción, estoy acostumbrado más a los objetos que a las entidades digitales. Pronto, sin embargo, estaremos bastante acostumbrados al mundo digital y no dudo que incluso llamaremos “cosas” y “objetos” a nuestras descargas electrónicas, por pequeñas que sean.

Leyendo a Varela

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Conocer de Francisco Varela. Una excelente perspectiva histórica de las ciencias y tecnologías cognitivas del siglo XX. Varela toma posición en algo que el mismo llama la posición enactiva, tratando de conciliar en lo posible un constructivismo conexionista con un positivismo permisivo. El mundo no es, para Varela, una pura creación lingüística, sino una creación armónica con el mundo y la obligación biológica. Realidad y lenguaje, como el huevo y la gallina, van de la mano sin que podamos decir quien vino primero, evolucionando juntos.

Para Varela, la naturaleza adquiere sus formas y configuraciones en estrecha relación con las formas y configuraciones que desarrollamos acerca de nosotros mismos y del entendimiento de lo que llamamos “mente”. Continue reading

A veces sí se puede ver lo que no se ve

Uno de los más importantes pensadores del siglo pasado y el padre de lo que conocemos como constructivismo, Heinz Von Foerster, es el autor de una inteligente y sutil frase: “No se puede ver que no se ve lo que no se ve”.

Pero Foerster no parecía tener en mente lo mismo que Wittgenstein con su “de lo que no se puede hablar, es mejor callar”, sino más bien algo parecido a lo que Alistair Cockburn llama la “imposibilidad de la comunicación”.

El que no podamos observar, y por ello mismo comunicar, aquello que no somos capaces de observar es para Foerster el equivalente de una prueba de la importancia del observador sobre aquello que llamamos realidad, y para Cockburn el punto de partida para justificar la comunicación pragmática. Continue reading

La ubicuidad de la comunicación y su paridad con el diseño

Eso de que un diseñador venga a decir que el diseño no es comunicación es casi como que un médico venga a decirnos que la práctica médica no es ciencia. Algo de razón tendría, pero sólo algo.

Luciano Cassisi escribió un artículo donde trata de probar que eso de que el diseño sea comunicación es sólo una frase de moda. Pero las modas, no siempre son mentiras o trivialidades, de hecho, suelen ocultar sentencias verdaderas de sabiduría popular.

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¿Porqué nos gusta tanto la verdad?

Alguna vez se ha preguntado porqué nos gusta tanto la “verdad”, ¿Qué le vemos que nos obsesionamos tanto con ella? Si no, entonces lo invito a hacer el ejercicio.

Hablamos mucho de ella, y no digamos que sólo los políticos y demagogos la usan sin pensar, más bien así la usamos todos, la esgrimimos todos los días hasta en las discusiones más superfluas y hablamos de ella casi en cualquier diálogo. Actuamos como si estuviésemos seguros de lo que es, no sólo creemos saber lo que es verdad y lo que no, estamos tan seguros de saber lo que es la “verdad” que ni nos lo preguntamos.

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